En el libro Cuando florece el llanto, entrevemos esa voluntad de Laura Victoria por liberarse. Ella lo hizo mediante el éxtasis, la contemplación, básicamen- te mediante la poesía. La poesía, según Octavio Paz (1998), “es conocimiento, salvación, poder, abandono. […] La actividad poética es revolucionaria por natura- leza; ejercicio espiritual, es un método de liberación interior. La poesía revela este mundo, crea otro” (p.13).
Hay en la poesía de Laura Victoria, sobre todo en Cuan- do florece el llanto, cierto afán de perdurar, una lucha contra el olvido; da un doble uso a su poesía: como re- beldía y como augurio. Lo explica la misma poeta en el mensaje previo del libro: “Este libro lo ofrezco a mis la- mentos más puros, a mis íntimos dolores. Ellos se reco- nocerán en estas páginas, porque han sido el yunque y la materia de la cual ha brotado la chispa luminosa, lo demás es el grito rebelde que llevo dentro”.
La rebeldía que la llevó al exilio, a sus versos melancó- licos sobre su patria y sus recuerdos; por otro lado, el augurio de paz y luz, de tranquilidad, de soledad consi- go misma, esos ecos de eternidad que resuenan ya en sus versos desde el exilio y que se resolverán, después de 20 años de silencio, en su poesía mística póstuma. Este proceso que pasó Laura Victoria lo describió bien Baudelaire en su momento. El poeta francés dijo que todo sentimiento estético tiene siempre algo de eterno y algo de transitorio, de absoluto y de particular.
En su poema “Lo eterno” la poeta nos descubre la solución a su angustia: la fe y el amor son los que la mantienen esperanzada a pesar de su sufrimiento. Los versos finales dicen así:
No importa que repitas: nunca, nunca,
ni que tu sed de cántaro vacío
arrase mis terrenas soledades,
si sobre el mármol de la cita trunca
está el amor de inmensos poderíos
con su tiempo de rojas claridades