Casualmente conocimos la figura de Rafael Pérez Estrada (1934-2000) gracias a la selección que hace Guillermo Samperio bajo el título de Antología de breve ficción. Su manera de escribir nos arroyó sin mediación, fue como un destello.
A pesar de no creer demasiado en las coincidencias, cuando empezamos a adentrarnos en su órbita, entendimos todo lo que nos unía: la literatura, el mar, la tradición del aperitivo, las tertulias… Así decidimos explorar a uno de los poetas más sublimes del siglo XX y de quien pensamos que la historia aún no le ha hecho justicia. Por lo que sabemos, Estrada fue un hombre que amó intensamente a sus amigos, que sabía
crear mundos evocando todo tipo de símbolos míticos, hibridaciones y elementos tanto reales como mágicos. La palabra fue su forma de vida y la imagen una manifestación esbozada de sus pensamientos más dispersos. Fue un enamorado del Mediterráneo y de su ciudad, Málaga, y sin ellos su poesía sería inexplicable. Un poeta del sueño. En el libro sobre Málaga que escribió e ilustró, titulado La ciudad velada, nos dice que ve a Málaga como una extraña forma velada que esperase la resurrección de su propia carne de ciudad luminosa y lúdica. Parece que, en los últimos años, con la labor de la Fundación Pérez Estrada y el área de cultura del Ayuntamiento de Málaga, el velo de la ciudad se va descubriendo y se acerca cada vez más, sin ninguna duda, a la “Ciudad del paraíso” que evoca el poeta.
Desde nuestra asociación y concretamente desde el equipo de redacción, esperamos que nuestro trabajo sirva para divulgar la obra del poeta malagueño y ayude a abrir nuevas líneas de investigación.