Ana María, antes de entrar en La guerra, has comentado en varias ocasiones que no hay que conformarse con ser microrrelatista, sino que uno debería también cultivar otros géneros y servirse de sus recursos. ¿Nos podrías explicar esta visión?
Es algo que suelo decirles cundo arengo a los microrrelatistas, hay que ser escritor, hay que ser ambicioso, hay que ser en primer lugar escritor, hay que poder elegir el mircorrelato, como hay que poder elegir cualquier género en el que uno se meta, uno no puede decir “yo escribo novela porque el cuento no me sale, o escribo cuento porque no me salen las novelas”… Sino al menos intentarlo, trabajar todas las posibilidades de la palabra, de la lengua… y volver al microrrelato por elección y no porque es lo único que a uno le sale, es algo cortito y que le parece fácil. Hay una especie de peligrosa facilidad en el microrrelato, que es un poco lo mismo que pasa con la poesía, entonces hay mucha gente que en realidad no son escritores, no tienen lectura de escritores, y se lanzan a escribir microrrelatos, con pocos o malos resultados. El microrrelato está encerrado en una cantidad de tópicos archiconocidos y clichés de la literatura fantástica que se repiten y repiten, y necesitamos que grandes autores vengan a sacudir un poco esa sensación y que empiecen a aparecer otras posibilidades del género.
Ahora sí, adentrémonos en La guerra, libro publicado por la editorial Páginas de Espuma en septiembre de 2019. Empecemos por la estructura del libro, se divide en 4 apartados: “el arte de la guerra”, “guerreros”, “armas” y “estrategias”. El primer título es una clara alusión a Tsun Zu al que no solo dedicas un microrrelato, sino que también mencionas en otros, ya hablaremos sobre ello, pero ¿por qué te decidiste por estos 4 ejes?
Bueno, tuve muchas dudas, aparecían otros ejes también, pero, en un momento dado, hubo otras secciones como la medicina en la guerra o los animales de guerra, pero lo conversé con mi editor y entonces decidimos quedarnos con esta estructura, pese a que teníamos más temas optamos por englobarlos en estos cuatro bloques para no tener apartados demasiado cortos.
Aclarado este punto, para ya entrar a analizar elementos más concretos del libro nos gustaría saber qué significado tiene la palabra “guerra” para Ana María Shua.
Bueno, más allá del significado que tiene para todos… sería esa guerra que uno lleva contra las palabras para que se organicen y poder tratar con ellas, es una minúscula forma de guerra, nada que ver con una guerra como tal entre humanos, sino más como una metáfora, como una posibilidad más del idioma, algo que el microrrelato permite de forma maravillosa, esa posibilidad de jugar con la lengua de todas las maneras posibles.
En los primeros microrrelatos nos encontramos con referencias implícitas al “arte de la escritura” que relacionas también con una guerra. Un arte donde se usan habilidades como la de sorprender, expuesta en el micro “Engaño”. Este libro está lleno de sutilezas, artificios, mezcla de realidad y ficción, juegos de palabras, figuras retóricas… Yo por ejemplo, cuando leía “La cruzada de los niños” me vino en mente un punto del decálogo de Ribeyro, el que dice así: “la historia del cuento puede ser real o inventada. Si es real, debe parecer inventada, y si es inventada, real”. ¿Qué recursos utiliza Ana María Shua para mezclar con tanta maestría realidad y ficción?
No sé qué recursos uso pero te voy a contar cómo lo hago. Voy investigando, de los libros a internet y de internet a muchos libros… Empiezo a leer por ejemplo un tratado del siglo XVIII acerca de la medicina militar y de pronto, en medio de la lectura, capto algo que me llama la atención y me despierta una idea, y de ahí sale el microrrelato.
Podemos apreciar en esta obra la crítica social, en especial nos interesa remarcar la crítica hacia la desigualdad de género, hacia el amor romántico y hacia las ópticas falogocéntricas; esto se observa por ejemplo en el microrrelato de “En la guerra y en el amor” o “En el llanto de Lisístrata” entre otros. Nos gustaría saber cómo anda esta “guerra” en el mundo editorial.
Hubo cambios enormísimos, pensad que yo empecé a publicar narrativa en 1980, desde entonces hasta ahora los cambios fueron gigantescos, en aquel momento los editores eran hombres, entonces de una manera natural se inclinaban a elegir a otros varones, sin pensarlo y sin un particular machismo por su parte, sino simplemente por razones de redes de amistades, de relaciones… y entonces para un hombre era más fácil publicar. Hoy yo creo que está sucediendo lo contrario. Prácticamente todas las editoras son mujeres, hay un altísimo porcentaje aunque todavía todos los puestos más altos siguen ocupados por hombres, y en particular los puestos relacionados con marketing, con ventas, pero también las direcciones editoriales de las grandes casas son hombres, pero estamos avanzando en ese punto también.
Cambió eso y cambiaron muchas otras cosas, porque yo creo que en esa época se hablaba incansablemente y fatigosamente de la literatura femenina, yo estaba muy harta de que me hablasen de la literatura femenina o de la literatura escrita por mujeres, realmente no tenía nada que decir al respecto. Lo que pienso es que en aquella época sí había una diferencia muy grande entre lo que escribían las mujeres y lo que escribían los hombres, porque nuestros temas eran más limitados, porque las mujeres tenían un rango de experiencias más limitado, las mujeres escribíamos sobre las cosas que sucedían entre 4 paredes y mucho menos de lo que sucedía en el mundo y sus alrededores. Hoy ya hay mujeres que escriben novelas de guerra por ejemplo, cosa que no sucedía, o policial duro (el policial de enigma de Agatha Christie era otra cosa)… porque ahora tenemos otro lugar en el mundo y entonces naturalmente estamos acumulando experiencias y esas experiencias se vuelven literatura.
La literatura siempre ha jugado un papel muy importante en el tema de la igualdad, cada vez se están viendo nuevas obras o incluso reediciones de obras de grandes escritoras del siglo XX como Katherine Mansfield o Flannery O’Connor. Grandes escritoras que aún no se conocen o se van conociendo a cuentagotas pero cuando se descubren hay una explosión… precisamente por esos roles que comentas.
Sí, bueno, en particular en la literatura anglosajona hubo grandes escritoras del siglo XX, muy reconocidas, Flannery, y otras dos que ahora no me van a salir, las llamadas “Damas del sur” (Katherine Anne Porter, Carson McCullers, Flannery O’Connor y Eudora Welty), tuvieron muchos aplausos pero no en el mundo hispanohablante.
Siguiendo con la crítica, se respira en La guerra una gran dicotomía para con el ser humano. A veces encontramos cierto optimismo hacia la humanidad, pero en gran medida una gran decepción, como en el micro “Dualidad”; en el micro “Terrorismo” incluso hay cierto pensamiento de destrucción de nuestra especie como si de un virus se tratara. Nuestra pregunta es: ¿Es la humanidad una guerra perdida?
Sí, (ríe). Sin duda, sin embargo esa ambigüedad que ves o notas en el libro y que es muy cierta, tiene que ver con mi pensamiento propio, que es sumamente contradictorio, yo soy intensamente optimista, para mí las cosas en este mundo van para mejor, no en la realidad concreta sino en cuanto a los ideales, que para mí van cambiando porque, en algún momento los ideales guerreros y los ideales de destrucción fueron el ideal de la mayor parte de la humanidad, hoy siguen existiendo pero los maneja una minoría. Los ideales (de hoy) son la paz, bienestar y de buenas relaciones con los vecinos y, al mismo tiempo, la humanidad sigue siendo la misma humanidad de siempre, ¿y eso se ve claramente en la literatura verdad? Seguimos siendo envidiosos, seguimos teniendo odio, seguimos buscando la destrucción de aquellos que no se rinden a nuestros pies. En fin, no somos una raza maravillosa ni hemos cambiado tanto cada uno de nosotros en lo personal, y sin embargo en conjunto algunas cosas vamos logrando… Por ejemplo, creo que estamos lejos de una tercera guerra mundial, me parece que es un cambio grande, hace tantos años que tenemos armas nucleares pero afortunadamente no se han usado, y tengo la sólida esperanza de que no se van a usar, eso es creer en la humanidad. Voy a decir más, con el tema de la pandemia, con una enfermedad que mata sobre todo a los viejos y a los enfermos, y que la humanidad entera se haya abroquelado en defensa de sus viejos y sus enfermos, aun a riesgo de dañar la economía y de otras tantas cosas que nos siguen pasando, la defensa de la vida de los más débiles ha funcionado, existe. Aunque sea por eso, se merece un aplauso la humanidad en ese aspecto.