Entrevista

Alonso Arreola

Considerado uno de los mejores bajistas mexicanos de todos los tiempos, Alonso Arreola (1974) se ha rodeado de grandes figuras del rock, pop y jazz nacional e internacional (Mike Garson, Pat Mastelotto, David Fiuczynski, Alejandro Sanz, Jaime López, Denise Gutiérrez, entre muchos otros). Sea como solista, como miembro de La Barranca (de 2001 a 2007), con su propio quinteto o con los grupos que tiene actualmente (Arreola + Carballo, Monocordio y 3Below junto a Trey Gunn y Michael Manring), ha tocado en los principales festivales (incluidas 5 veces en el Vive Latino) y foros del país (Auditorio Nacional, Teatro Metropólita, etc.), así como en Portugal, Inglaterra, Argentina, Estados Unidos, Cuba, Francia, Uruguay, Costa Rica, Colombia, Paraguay y Japón. 

Alonso Arreola (CDMX, 1974).Bajista, Compositor, escritor.

También ha musicalizado cortos (Monstruo) y películas en vivo, así como proyectos literarios (Las partículas horizontales junto al escritor francés Michel Houellebecq) y otros multidisciplinarios como Arreola por Arreola, Bestias y Prodigios en torno a la obra de su abuelo el escritor Juan José Arreola, de quien también publicó un libro epistolar junto a su hermano (Sara más amarás, Joaquín Mortiz). 

Como maestro, Alonso fundó el taller didáctico LabA en el que imparte clases a más de 40 bajistas y ha dado conferencias y clases magistrales en distintas universidades e instituciones de México. También ha construido una carrera como editor y periodista haciendo coberturas y entrevistas en América, Europa, Asia y África. Actualmente colabora en numerosas revistas y desde hace más diez años mantiene su columna dominical Bemol Sostenido en La Jornada Semanal. 

¿Cómo recuerda usted a su abuelo? 

Esto exige una doble respuesta (perdón por el rebuscamiento): la del mecanismo sintético de la memoria mía, y la de su propia figura como emanación sensorial de un pasado añorado por cuatro de sus nietos. Por un lado, mis engranajes lo traen al presente desconstruido en frases-llave, en ideas-camino que definían su estar en el mundo como buscador de belleza, tomador de decisiones incuestionables o actor de sus emociones. Es decir, me llega en palabras que ya no son suyas, en conclusiones que rebotan entre los parietales y me ayudan en todo camino. Por el otro, en un estado más “sólido”, lo escucho riendo tras la broma ácida de algún amigo notable; lo huelo a vino de la Rioja; lo siento frágil en el abrazo; lo saboreo en golosinas nocturnas traídas de algún aventurero viaje y, claro, lo veo con algún gorro, capa, motocicleta, raqueta, ajedrez, walkman o artilugio extravagante entre las manos. En suma, su recuerdo es una pulsión que me acompaña con recordatorios y consejos indirectos, pero también con sensaciones variopintas de gran intensidad en donde la sabiduría impregnaba al ecosistema entero. Algo extra: no había calma estando con él. Siempre se intuía un gran advenimiento. 

¿En qué aspectos le ha repercutido ser el nieto de Juan José Arreola? 

Siempre positivos. Fue mi “abuelito”. Pude conocerlo sin entender la relevancia de su persona u obra para luego sospecharla, para más tarde presumirla, para después valorarla, para finalmente conversarla con él y entonces quedar flotando en el orgullo de haberlo tenido como abuelo. Como músico y productor de espectáculos que soy, por otro lado, repercutió en un diálogo creativo. He trabajado bastante con sus textos —luego de componer un corpus propio que me diera seguridad y autonomía—; o al menos eso creo. Y recordemos: ser nieto no es lo mismo que ser hijo. Esa zona intermedia recibe golpes y ensayos de construcción que una generación después ha agotado su pólvora. 

Usted ha colaborado en libros sobre su abuelo, además es columnista ¿no ha estado nunca tentado a escribir relatos? 

Sí, claro. Los he hecho. Hace poco publiqué uno en la revista del Fondo de Cultura Económica: “Nostalgia de la lluvia”. El próximo año publicaré dos libros. Uno es para niños y el otro de poesía, aforismos y miniaturas. Lo bueno es que como soy mayormente músico me doy el tiempo de un pulimentado literario lento —y miedoso—, pero también positivo y disfrutable. 

“NO HABÍA CALMA ESTANDO CON ÉL. SIEMPRE SE INTUÍA UN GRAN ADVENIMIENTO”

Si hablamos del estilo de Juan José Arreola, todos o casi todos los estudiosos de su abuelo aseguran que su estilo es algo inclasificable, que se desmarcó de todos los “ismos” de la época. ¿Cuáles cree usted que son las razones de este estilo tan personal? 

Porque creía en la posibilidad de la belleza —en general— y en los mecanismos del lenguaje —en particular— antes que en cualquier compromiso ideológico, político o estético. Desde sus primeras lecturas, cuando convirtió las palabras en objeto y a los objetos en palabras, rompió la frontera entre los oficios cotidianos y la literatura, con lo que alcanzó —naturalmente— universalidad. Sabía que contarse a sí mismo era contar al mundo sólo si renunciaba a los atavismos de la historia colectiva. Eso creo. 

Todo artista tiene un ritual en su proceso creativo, y en los textos de su abuelo hay una gran precisión del lenguaje y mucha complejidad en sus tramas, ¿cuál era su ritual, si es que lo tenía? 

Escribió poco. Creía en la lectura sesuda de amigos confiables que le darían opiniones de valor. Juan Rulfo y Antonio Alatorre fueron importantes para hacerle eco. Pero hasta donde supe, no hubo horarios ni ritos específicos durante el proceso, lo cual me parece congruente con su espíritu cambiante y desbocado. Ya grande, eso sí, tuvo rituales cotidianos que disfrutaba mucho: hacer las compras de casa para entrevistar a la gente con quien interactuaba; leer a ciertas horas; participar en cosas de cocina; iniciar algún proyecto manual (amaba los trabajos manuales)… pero toda estabilidad, al final, debía ser destruida en pos de seguir subiéndose a trenes variopintos. 

Su abuelo hizo una gran labor con los talleres literarios, ¿qué secretos transmitía a sus alumnos y alumnas? 

El de encontrar su propia voz fortaleciendo intuiciones y sospechas. El de ser primero un buen lector. El de ser valientes al editar. (Eso me lo dijo un día: lo más difícil es editar, quitar lo que sobra y luego de eso volver a quitar; quedarse con lo esencial.) Añadiría, además, el de otorgar humanidad al proceso creativo a través de una bondadosa amistad. Esto es: compartir el pan y el vino, la conversación banal y la caminata nocturna, la tertulia musical o la partida de ping pong para mover otros hilos del pensamiento. Basta leer el “Amanuense de Arreola” de José Emilio Pacheco para entender esto cabalmente. 

¿Qué obra destacaría de su abuelo y por qué? 

Él fue muy caprichoso transformando sus libros al paso del tiempo. Les agregó, quitó o cambió textos en el camino. Por ello no señalaría obras sino cuentos en particular, y a éstos los dividiría en dos: aquellos que “objetivamente” tienen mayor maestría, y aquellos que amo por mi propia condición en el mundo. En el primer grupo, ya se sabe, están textos como “El guardagujas”, “Una mujer amaestrada” o “El prodigioso miligramo”, pero yo me quedaría con “El discípulo”, “El faro”, “Gravitación”, “La migala”, “Un pacto con el diablo”, “Una reputación”… con esos que provenían de una fulgurante ocurrencia llevada al abismo de la belleza, el horror o el humor. 

NO HUBO HORARIOS NI RITOS ESPECÍFICOS DURANTE EL PROCESO, LO CUAL ME PARECE CONGRUENTE CON SU ESPÍRITU CAMBIANTE Y DESBOCADO
Alonso Arreola

Juan José Arreola estuvo muy preocupado por la literatura de su país y lo demostró editando revistas y a jóvenes escritores y escritoras, conociéndolo como usted lo conoce, ¿qué diría él sobre la literatura mexicana actual? 

No me siento un experto en la literatura mexicana actual. Estoy interesado en una mezcla de latitudes. Conociéndolo, empero, creo que estaría desconcertado —por decir lo menos— frente al star system en el que han caído tantos autores, hoy más interesados en ser socialites y luminarias de las redes que en el fortalecimiento de un ámbito literario e intelectual sano, plural y político (no panfletario sino independiente del poder en turno). Lo digo a sabiendas de que mi abuelo fue pionero de la televisión y de una oralidad que muchos juzgaron malamente en su momento. 

¿Tienen algún proyecto entre manos para recuperar la memoria y escritos inéditos de su abuelo? 

El año pasado fue su centenario. Por tal motivo se hicieron muchas cosas. Una fue especialmente valiosa. Colaboré para que ocurriera. Hablo de Perdido voy en busca de mí mismo, un bello libro del FCE en donde se muestra poesía inédita así como su trabajo como acuarelista. Yo les di muchos de esos textos así como una de las pinturas. Igualmente se publicó un volumen fotográfico con muchas imágenes desconocidas. Ya veremos si en un futuro volvemos a internarnos en sus archivos y juzgamos en familia si algo más debe ver la luz. Por lo pronto está creciendo el número de traducciones y se ha fortalecido su obra preexistente. Eso nos da gusto. 

¿Para todos los que estudian la vida y obra de Juan José Arreola cree que hay algún aspecto en el que no se haya profundizado lo suficiente? 

Sí. Uno de ellos es la relación entre el ser humano y los animales. Más allá de su Bestiario, hay muchos entresijos interesantes. Igualmente se debería replantear su visión sobre la mujer, malentendida —a mi parecer— durante muchos años. Otra es la improvisación oral, pues hay mucho perdido en archivos de radio, televisión y universidades donde compartió su talento. 

Si usted fuera colaborador de la revista, ¿qué pregunta se hubiera hecho a sí mismo en referencia a su abuelo que no le hemos realizado? 

Alguna relacionada con sus filias y fobias más íntimas; con su pensamiento religioso; con su posible miedo ante la enfermedad o la muerte… pero… lo más probable es que te hubiera mentido en la respuesta. Je, je. Sepan quienes lean esto, eso sí, que Juan José Arreola fue un buen hombre; un artista que cumplió su destino dejando a su paso una ola expansiva en donde cupieron grandes cosas para quienes lo rodearon, así como algunos daños colaterales que, inevitablemente, prueban lo siempre sabido: todo esfuerzo real implica sacrificios. 

“TODO ESFUERZO REAL IMPLICA SACRIFICIOS”